martes, 3 de enero de 2012

Benzema revive al campeón

Remontada blancaCuando pasen las horas, el Málaga se dará cuenta de que ha conseguido mucho en el Bernabéu: marcar dos goles y perder por uno, llegar vivo y a tiro de gol de poner en jaque mate al campeón de Copa. Para firmarlo vistos sus antecedentes y los de casi cualquiera que pasa por Chamartín. Cuando pasen las horas, reposen las emociones y se valore todo con la mesura que no tuvo un partido loco y abracadabrante, un partido con pedigrí de Copa. Pero en caliente, entre calambres y moratones, seguro que lamenta la resolución de un partido que ganaba 0-2 en el minuto 68.
Cuando pasen las horas, el Real Madrid se dará cuenta de que hizo un primer tiempo muy cuestionable, que encajó dos goles en dos córners mal defendidos, que protestó más de lo que jugó y acumuló más tarjetas que remates con peligro. Y se dará cuenta de que el 3-2 convertirá La Rosaleda en una piscina llena de tiburones en la que tendrá que hilar fino ante un rival que busca un triunfo sobre el que construir todo un proyecto, la piedra sobre la que se edifique un futuro que a veces, pasa con frecuencia, titubea.
Cuando pasen las horas, los dos equipos pensarán en qué acertaron y dónde se suicidaron. Los dos lo hicieron, lo uno y lo otro. Seguramente ni Real Madrid ni Málaga estén del todo felices ni del todo infelices con el resultado. Así es el deporte, así es el fútbol y así es la Copa del Rey, un torneo único y maravilloso cuando ofrece partidos así de descarnados y así de dislocados. Con detalles brillantes y errores estruendosos, con épica y taquicardias, con las distancias acortadas y tambores retumbando mientras todos se ven obligados a elegir: ser cazador o presa, comensal o parte del menú.
La sonrisa de Pellegrini
El primer tiempo del partido -año nuevo, vida nueva- rompió cualquier guión previsto. El Málaga, un equipo elegante pero titubeante en defensa y sin dinamita física, a priori un rival ideal para el Real Madrid, capeó los primeros minutos, controló el juego desde su trinchera defensiva, conservó el balón hasta donde pudo y tuvo la efectividad de la que normalmente presume su rival: dos goles en dos córners, los dos pésimamente defendidos por el Real Madrid, los dos bien rematados por Sergio Sánchez y Demichelis.
El Real Madrid se quedó en un barullo poco edificante. Presionó mal y robó muy atrás, se hizo horriblemente espeso en la elaboración y buscó atajos que siempre pasaban por el balón largo y los movimientos individuales. Sólo Callejón buscaba el espacio pero sus viajes al centro dejaban sin banda derecha a un equipo fiado a las acciones de un Cristiano que terminó desenfocado. Xabi entró poco en juego, Kaká retrocedió demasiados metros y Lass fue metralla sin control cerca del área de un Málaga que resistió impertérrito y que sólo achicó agua con cara de susto en los últimos minutos, un entremés que anunciaba el segundo plato. Un aviso para navegantes.
Revolución, pegada... y Benzema
El segundo tiempo fue un empacho, un tiovivo. El Málaga tiró por tierra en dos minutos su excelente trabajo de más de una hora. Entre el 68 y el 70, Khedira avanzó y marcó por coraje e Higuaín aprovechó un regalo de Sergio Sánchez, de héroe a villano (así fue el partido), que creía ceder a Caballero cuando en realidad asistía al Pipa. Benzema marcó el tercero y pudo marcar el cuarto, Cristiano tuvo una tonelada de remates, todos al limbo, y el Málaga dejó escapar un par de contras y acabó descosido y superado, rezando por mantener un 3-2 que un suspiro antes era un resultado horrible (así fue el partido).
La revolución del campeón de Copa, que pasó por un órdago serio, se puede analizar por atmósfera o por pequeños detalles, por la épica de las remontadas del Bernabéu y los noventa minutos demasiado largos o por el cambio de Isco, un demonio que reventó el sistema defensivo del Real Madrid hasta que dejó el campo... instantes antes del 1-2 y después de que Van Nistelrooy se fuera entre la ovación cerrada del Bernabéu, a punto de perder la paciencia pero incapaz de perder la memoria con el que fue uno de los suyos.
Pero la remontada hay que analizarla sobre todo en clave de fútbol: Mourinho, por lo demás enredado en peleas fútiles con Teixeira, interpretó el cogotazo del primer tiempo y movió de un plumazo a Callejón, Kaká y Arbeloa. Puso a Lass de lateral y a Özil, Benzema y Khedira en el campo. Y el Real Madrid comenzó a carburar con más Xabi, con las conducciones de Özil, con movilidad y el campo ensanchado y con las dos bandas bien trabajadas. Percutió a conciencia, a veces por juego y a veces por corazón. Pero llegó y llegó, un oleaje que finalmente resquebrajó el muro del Málaga y que tuvo como centro neurálgico a Benzema, que estuvo en todos los ataques de su equipo, se asoció, cayó a las bandas, jugó en la media punta, marcó el tercero y redefinió el juego de ataque del Real Madrid. Con él, todos parecieron mejores quizá con la excepción de un Cristiano enfrentado con los hados.
El Real Madrid estuvo a punto de quedar grogui y también de dejar el pase casi sentenciado. El Málaga pasó del paraíso a la lona y la eliminatoria sólo ha vivido su primer capítulo. Así son los huesos de la Copa y eso es lo que hace grande al fútbol: la tozudez del Málaga por no ser una víctima propiciatoria, la del Real Madrid por defender la corona que le costó sangre, sudor y lágrimas. Así son estos partidos, así es la Copa y ahí queda un brindis para la vuelta: un marcador ajustado, un Real Madrid sobre aviso, un Málaga en busca de un triunfo que lo cambie todo. Pellegrini, Van Nistelrooy, Cristiano, Cazorla, Mourinho... Morbo, emoción y fútbol. Que nadie se lo pierda.