miércoles, 8 de febrero de 2012

El mejor Barça vuelve a la final

El mejor Barça vuelve a la finalEl Barça está mejor de lo que parece en ataque. Revisen los dos goles y sus mil oportunidades. Y sufre más de lo que se recuerda en defensa. Pinto fue ovacionado. De ahí que el equipo de Guardiola fuera capaz, como tantas otras veces, de ganar de uno o de diez, y que, a la vez, viva frecuentemente con el miedo al disgusto. Pero eso ahora es secundario y mejorable. Más le vale. El análisis más relevante es que su fútbol vuelve a enganchar por vistoso tras un mes de enero más gris que frío. Y la noticia más deseada por su afición es que alcanzó la final con la justicia que origina su dominio en la posesión y su hambre de no saciarse jamás.
Pudo golear. Pero también estuvo, por momentos, cerca de tropezar. Los motivos se encuentran en la mala puntería de los ataques y en las decisivas intervenciones de los porteros. Cesc y Xavi le premiaron con dos obras de arte, una de ellas ya con superioridad en el campo por la expulsión de Feghouli (minuto 75). Así, castigó a un Valencia que se despide de la competición por la puerta grande. Por su trayectoria en la competición, por su fe en la ida de semifinales y por su insistencia en esta vuelta. Plantó cara y eso es de agradecer ya que según avanzaba el día tenía menos argumentos para hacerlo. Emery arrastraba un currículum sin victorias en nueve enfrentamientos con su adversario, y Soldado no podría vestirse por una dichosa gripe. Demasiados contratiempos para superar la prueba.
De la sorpresa al ciclón
El arranque del Valencia fue soberbio. Presionó la salida del Barça como pocos lo han hecho hasta la fecha durante tanto tiempo seguido. Tuvo la posesión más de lo que hubiera imaginado y así se plantó ante Pinto con dos ocasiones de oro. Primero tras una falta a la olla que Aduriz peinó a la búsqueda, sin éxito, de un rematador final. Y después con un mano a mano que Feghouli envió al lateral de la red con más fuerza que calidad. Fueron quince minutos de superioridad manifiesta. Pero para el Camp Nou pareció un mundo en el que, de nuevo, los más agoreros alimentaron sus ansias de degustar un fin de ciclo. Tan solo fue un espejismo. Un mal trago que duró lo que quiso Messi. La Pulga no está lo bien que suele. Pero, aun así, a un nivel de acierto inferior del suyo sigue estando por encima del resto.
El argentino se desperezó en el momento oportuno. Se descolgó de la posición donde jamás le llegaba el balón para ir a buscarlo. No sabe vivir sin él. En su primer contacto con su inseparable juguete, regaló un pase al hueco a Cesc que no podía desaprovechar. Antes del remate, sutil y con la puntera por encima de Alves, pudo pasar de todo. Desde que Miguel, de no estarían lento, cortara de raíz su cabalgada hasta que el portero hiciera bien sus deberes, sin quedarse a medio camino entre guardar la cueva o intimidar al enemigo. Ambos fracasaron y el Barça se adelantó. 1-0: bonito, inesperado e injusto.
Como injusto fue que tras este mazazo para el Valencia, no le llovieran media docena más. El Barça adelantó la línea de asfixia diez metros y tanto Rami como Víctor Ruiz se vieron sobrepasados. Ninguno daba abasto a achicar balones. Albelda y Banega hacían lo que podían, pero ya se sabe, Guardiola acumula en la medular más centrocampistas de los que caben, y por ahí se inicia siempre el ciclón. Cesc pudo hacer el segundo un par de veces y erró. No quiso sentenciar a Víctor Ruiz tras un regalo en su intención de sacarla jugada y tampoco supo finalizar un eslalon maravilloso. Alves es mucho Alves. Cuenca y Messi también se estrellaron contra los poderes del brasileño dejando de manifiesto que el problema culé está siendo no cerrar los partidos como antaño.
Más sustos para el Camp Nou
Por eso el Valencia llegó al segundo tiempo con vida. Y por eso Jordi Alba volvió a tener otra oportunidad de poner la eliminatoria cuesta abajo. El lateral, soberbio, se valió de su chispa para dejar atrás a Puyol y encarar a Pinto. El portero ganó la partida, sacó su remate, el cabezazo de Aduriz en la continuación y más de una espina. Su afición le premió con otra ovación antidetractores. El Valencia no estuvo fino en la definición cuando pudo y debió, y le costó una final. Messi volvió a coger el timón y si no sentenció la eliminatoria volvió a ser por Alves. El guardameta amplió su exhibición sacando otro mano a mano y un punterazo cargado de veneno. Diez minutos después pidió penalti en otro desafío frente a Alves que acabó sin gol.
El 1-0 no dejaba tranquilo a nadie. El Valencia siguió buscando la prórroga y el Barça la sentencia. Xavi la encontró en una de esas contras de libro, que parte en una banda y muere en la opuesta. Su derechazo batió, por fin, a Alves. La celebración, lejos de emular un alivio o un festejo por lograr otra final, pareció tener otra lectura. Por las caras. Por los gestos. "Hemos vuelto", parecieron decir el capitán y compañía.