martes, 6 de marzo de 2012

Un Arsenal magnífico se quedó a un paso del milagro

Un Arsenal magnífico se quedó a un paso del milagroPocas veces una muerte fue tan digna. El Arsenal no estará en el bombo de los cuartos de final de la Liga de Campeones pero lo podría haber logrado si sus fuerzas hubiesen aguantado un poco más. Y es que los 'gunners' remaron hasta la orilla pero sus fuerzas flaquearon antes de tiempo y perecieron cuando casi hacían pie. Koscielny, Rosicky y Van Persie avivaron las esperanzas antes del descanso, pero no consiguieron derribar el muro en su totalidad por el buen manejo del tiempo por parte de los milanistas.
Pasa el Milán a cuartos. Un equipo que nada se asemejó al visto en San Siro hace dos semanas. El equipo de Allegri se refugió en la renta cosechada en casa y fueron rebasados desde el inicio por un Arsenal voraz en la recuperación y vertiginoso en el ataque. La ineficacia de su centro del campo se transmitió a la defensa 'rossonera' hasta poner en claro peligro el botín de la ida. Fue en el segundo tiempo cuando asomaron Robinho e Ibrahimovic para poner a prueba a un Szczesny inconmensurable en todas sus acciones.
Solo el hecho de soñar con meter cuatro goles a un equipo italiano resultaba casi una temeridad. El Milán selló prácticamente el pase a cuartos de final de la Liga de Campeones hace dos semanas y nada hacía presagiar una mutación devastadora. Pero el Arsenal tragó saliva y se aferró al buen momento de Van Persie. La gesta pasaba por unos primeros minutos de acoso a la portería de Abbiati.
Ambos estilos colisionaron desde pitido inicial. El Arsenal imprimió velocidad al juego mientras el Milán aguantaba el chaparrón como podía. De ese choque futbolístico salió airoso el equipo 'gunner' desde bien temprano. Un córner botado por Chamberlain cayó por la zona del central francés y éste, libre de marca, sólo tuvo que poner la cabeza para despertar las ilusiones de los londinenses.
El Milán era una caricatura del de San Siro. No supo metabolizar el tempranero golpe y el Arsenal se quiso aprovechar del momento. Con una presión asfixiante, transiciones rápidas y una movilidad jaquecosa de sus atacantes, el equipo de Wenger arrinconó a su rival hasta verle desprotegido y soltar los siguientes crochés. Todos avanzaban en la misma dirección, a la dirección que sugería Rosicky. El checo movía y Van Persie marcaba al rival con latigazos. La refinada cara del Arsenal y la vulgar imagen del Milán hacían replantear los pronósticos a las casas de apuestas, 21 euros por euro apostado para los 'gunners' al comienzo del encuentro y sólo 2,55 al descanso. Y todo por los goles de los dos abanderados del Arsenal. Rosicky hizo el segundo tras un fallo garrafal de Thiago Silva, impropio de él pero reflejo claro de la caraja milanista, y Van Persie puso la locura al filo del descanso al transformar un penalti cometido sobre Chamberlain.
Un Arsenal desfondado se ahoga en la orilla
Lo más difícil ya estaba hecho. Los tiempos se habían marcado a la perfección y el Arsenal se fue a los vestuarios con la necesidad de marcar únicamente un gol para ir a la prórroga. Seguramente que los 'gunners' hubiera preferido saltarse el descanso y aprovechar la inercia del primer acto. Y es que el conjunto 'rossonero' adelantó sus líneas y por consiguiente su imagen mejoró sustancialmente. Robinho siempre se ofrecía e Ibrahimovic era la vía de escape. Todo ese trabajo lo destrozaba su gripada zona de máquinas. Una pérdida de Van Bommel pudo causar la devastación total a falta de media hora para el final de no ser por los reflejos de Abbiati ante el disparo de Van Persie en boca de gol.
El cansancio rompió por completo el encuentro y a menudo se frecuentaban las áreas por regalos del rival. De ese intercambio de imprecisiones resurgió el cancerbero Szczesny al repeler uno de esos disparos inesperados de Ibrahimovic y al atajar en línea de gol un intento de Nocerino.
El Arsenal nunca abandonó el campo de batalla. Lo intentó por todos los medios pero el despliegue físico del primer tiempo pasó factura y el equipo acabó ahogado en la orilla de los cuartos de final. Ahí estará un Milán bipolar, romántico en la ida y timorato en la vuelta.